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jueves, 29 de enero de 2015

Taínaron - Katerina Iliopoulou

Vuelve el viento de Grecia con la música y la luz...

Taínaron [1]                                                               
La poeta griega Katerina Iliopoulou

Aquí los días no se disuelven en el aire
caen en el agua
formando su propia capa
una superficie de separación.
Un halcón sobrevuela el cuerpo del verano
se sumerge una y otra vez
alimentándose y embriagándose por la caída.                       
No hay nada aquí
solo un viento de locos y piedras 
y mar
una promesa al azar
afila nuestra lujuria con el filo de la luna.

Cuando llegué por vez primera a este paisaje de final
el viento entro en mi boca con furia
como si yo fuera su único recipiente      
hasta que todas mis palabras desaparecieron.

Cada árbol recibe el viento de manera distinta
algunos sufren otros resisten
(encontré una palmera que daba a luz al viento y lo distribuía
en todas las direcciones)
otros tiemblan de arriba abajo y cambian de color.
Yo por supuesto no soy un árbol
me senté y llevaba puesto el viento como un abrigo
incliné la cabeza y miré hacia la tierra
de entre sus grietas, las raíces del tomillo
con sus jeroglíficos se esforzaban para alcanzar la luz
entonces las palabras volvieron.



A la poeta Katerina Iliopoulou he tenido el placer de conocerla porque hacemos pareja en una maravillosa antología de poetas y escritoras europeas que se publicará próximamente... Katerina coordina el sitio web greekpoetrynow.  
La traducción del poema es mía, a partir de una versión en inglés de Jonh O'Kane. 





[1] El cabo Taínaron o cabo Ténaro  está situado en el extremo sur de Grecia, en el Peloponeso.  Aparece en la mitología como emplazamiento de santuarios de varios dioses e incluso puerta de estrada a la laguna Estigia. 

martes, 20 de enero de 2015

Entre hoy y el otro día hay una muerte

    A mi querida amiga Paloma Sancho, in memoriam
   (que nació un 20 de enero como hoy y sigue viva en mí)

Entre hoy y el otro día hay una muerte
I.
Todavía recuerdo el calor de tu mano
el calor que protege
del miedo y de la escarcha.

Quería que supieras
que estaba allí contigo,
 no dejarte marchar.

Pero tú ya empezabas a irte,
como una flor desprendida del tallo
baja por el río.

II.
Desde niños nos enseñan a callar.

Las preguntas silenciadas resuenan
como un coro de fantasmas.

III.
Los que conocen la muerte
saben que no hay porqué.

No hay nunca una razón para la muerte.

IV.
¿Qué sabemos de la vida
cuando la muerte nos sorprende?

                        Nada, nada, apenas nada.




lunes, 19 de enero de 2015

Dos amaneceres


El primero, el día que abre el año, restos de espinas recientes y olvidadas, pero dentro, que arrastra el flujo de la sangre en constante renovación – esfuerzo de voluntad. En la isla, la casa, nacer de mar a mar –cristal agua de invierno– perseverar, hasta despertar a la sirena.

El segundo, tiempo soleado, el pájaro cerca del nido en el jardín. Una en los pasadizos, guiada por las velas que alumbran el pálpito de un aliento en la hierba. Las palabras, atmósfera. ¿Dónde quedó?¿Qué traigo? El temblor, la nausea que atraviesa. Una niña que llora todavía. Otra que camina.