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jueves, 14 de febrero de 2013

La estela de una estrella

Erase una vez que se era Ella. Nació en un portal o en una cama de hospital o en el ambulatorio del barrio en las afueras – el grito fue el mismo—  primer aire en los pulmones que decía su presencia; después, los juegos que tocaban y la ropa – modelada – “eres libre de elegir”, pero hasta dónde puede una afirmar la libertad, como un pétalo, tan delicada…

Pero sí, imaginemos la estela de una estrella y poco a poco los mordiscos, volver a levantarse, seguir hacia delante, paradas en curvas y encrucijadas – Ella solo quiere ser. Parece tan fácil al principio, tan difícil,  otros días – alimentarse, decir yo.  Escalar la montaña,  mirarse en el espejo cada mañana,  inventar andamios y muletas, abrir una senda al borde del precipicio.

No se vive del aire.  Su tía le enseñó un cajón lleno de billetes de cinco mil pesetas “Aquí guardo mis alas”— dijo.  Con un expediente brillante  y los ojos llenos de pájaros verdes Ella creyó – estaba segura— de que podía ser  todo, al fin y al cabo.  Con el trabajo en los despachos que pagaban su inteligencia y su tesón consiguió sus billetes-alas. “La-la-la la-li-ta crecen mis alitas…” Sin embargo, una mañana de sol y flores en los aleros del tejado, de camino a la oficina Ella se pregunta: ¿Sirven los billetes para volar?

Y echa a correr tras el tiempo de la vida,  pero ese tiempo no trae billetes.  Poco a poco su cajón se va quedando vacío y Ella, sin darse cuenta,  comienza a escorarse a las orillas— a la sombra de un sueño. El peso del corazón desprende las plumas de las alas (no los billetes, sino las de verdad, hechas de confianza en sí misma). Sonriente por fuera,  Ella las barre a hurtadillas – un pinchazo cada vez – no importa, mientras la nevera está llena, las camas bien hechas, los calcetines ordenados en el armario, la risa infantil.  El sueño del tiempo la sirve de alimento y El la cubre con su abrazo tembloroso andando a gatas con cadenas de las que no encuentra la llave.

Luego, las manos que se atrofian y Ella empieza,  sin querer, a asear la jaula— tiene calefacción y afuera hace tanto frío; la calle está llena de zarzas. Y sin embargo… no se rinde, sabe que tiene que haber otra manera que no haga necesaria esa elección,  que no borre el deseo, ni las alas, ni engorde las cadenas. Entonces un día sus manos, junto a otras, ruedan el huevo hasta resquebrajar la cáscara y dentro primaveras comienzan a volar y abren rendijas en la caja, donde aún respira la estela de la estrella… 

Hoy, día de San Valentín, cuento sobre derechos económicos de las mujeres dedicado a todas las rebeldes y valientes, estelas hacia la libertad.   
 
 
 

1 comentario:

Mari Carmen Azkona dijo...


Cómo me gusta, Luisa, este texto tan lleno de poesía, de elementos oníricos y simbólicos… Me recuerdan a esos cuadros surrealistas que tanto me entusiasman.

Gracias por esta estela que aún respira dentro de su caja. Nosotros somos los que mantenemos vivos los sueños, incuso los inconclusos. Creer en ello es darles aliento. Ellos existen para cumplirse :-)

Besos y abrazos.